¿Quién lo inventó? Nadie lo sabe con exactitud. ¿A quién se le ocurrió gritarle puto al portero rival mientras despeja? No lo sé. Pero no es precisamente la genialidad que México esperaba. Es una corito pegajoso que nos hace sentir bien malotes en un estadio. Un lugar en el que ni siquiera eres tan malote cuando gritas una grosería, básicamente... porque todo el mundo lo hace. Duh.
Dicen las malas lenguas que surgió en el Preolímpico de Guadalajara 2004. Yo recuerdo que para Alemania ya era un grito constante, y que los reporteros del Reforma que asistieron al México-Argentina en Leipzig me contaban que los argentinos -esos mismos a los que señalamos también de insultar en los estadios- no entendían qué gritaba la afición rival. ¿Acaso gritaban buuurro? ¿O acaso Huuugo, con tal de molestar a La Volpe?
Pasó el tiempo, y de a poco el grito se enquistó en los estadios. No tiene mayor chiste. Ni es tan ingenioso, ni muestra el folclor del mexicano, ni nada de lo que se ha dicho para justificarlo. Ni siquiera es original. Más bien es genérico, porque no es distintivo de alguna porra. Se grita en cualquier estadio y no es un factor de distracción en una jugada importante del partido. Es un insulto nomás porque sí. ¿Ofende a los porteros? No sé, pero yo veo que los arqueros ni se inmutan, en realidad.
Pero por alguna razón la gente lo disfruta, se desvive al vomitarlo en cada maldito saque de meta. Es el grito que más veces se escucha en cualquier partido. En el que ustedes me digan hay más saques de meta visitantes que lo demás: se grita más que el “ole”, más que el “culeeero”, más que el “ya pítaleee”, y seguro, más que “goool”.
Para mí no es un grito homofóbico porque nadie presupone que tal o cual portero pueda ser gay o no. No he leído, escuchado o conocido alguna queja de la comunidad LGBT porque se hayan sentido aludidos u ofendidos directamente. Les parecerá de mal gusto, igual que muchos de nosotros, lo lamentarán y condenarán. O habrá quienes hasta lo griten en los estadios. Pero, agredidos directamente… no. No ha sucedido.
Tampoco es una alusión directa a la apariencia de alguien en especial, como por ejemplo los ruidos de mono que cobraron relevancia mundial en aquel España-Inglaterra del 2004, en el Santiago Bernábeu, cuando aficionados españoles hostigaron a jugadores ingleses de raza negra. Aquello sí sacudió las portadas de toda Europa, movió fibras sensibles que tenían que ver con dilemas históricos en el Viejo Continente. "Se tiene que parar o sucederá otra vez", dijo ese día Jermaine Jenas, uno de los aludidos. Desde entonces, solo se han presentado brotes, y nadie está orgulloso de ello.
Si no tiene ningún trasfondo, ¿entonces por qué tanto desmadre por el grito de puto? ¿Por qué cuando la FMF prende una alerta después de una multa de FIFA, la gente no solo no hace caso, sino se indigna y grita más fuerte la palabra puto a un portero canadiense tan malo como la comida caduca? ¿Por qué hay indignación entre los simpatizantes del grito como si les quitaran un derecho divino, un imaginario derecho a insultar? Creo saber por qué.
El grito es nuestra creación, la creación del pueblo. Es nuestro insulto, nuestra invención, nuestro monstrito. Es una tontería, pero es nuestra y nadie nos la tiene por qué quitar. Es de lo más triste. Porque aunque sea un grito vacío, sin chiste y platanón, no queremos que nos lo quiten. Porque si no podemos insultar al que no puede hacer nada, ¿qué nos queda? Ir a aplaudir. Ah. Mmm. Qué divertido.
No gritar puto no nos quita nada. NADA. Pero, ¿por qué habríamos poner el interés de alguien más por encima del nuestro? A ver, primero que la FIFA no sea corrupta, y luego que nos diga, ¿no? Ellos qué. ¿Qué importa si México gana notoriedad porque su afición grita ¡puuuto! bien fuerte y todos juntos? ¿Qué más da?
Es que así somos, dijeron algunos directivos.
Y sí. Así somos. Incapaces de reflexionar sobre un grito bastante idiota. Miopes para notar que los niños le gritan puto a sus compañeros. Que en el basket también le gritan puto a cualquiera que vaya a la línea de los libres, o en el voli a los que sacan. Que aficionados le gritan “puuuta” a las porteras en el futbol femenil. Igual está chistoso, ¿no? Solo parece, pero no lo es.
El lenguaje importa. El grito de esa palabra es un insulto sin sentido y no promueve nada bueno. Díganme iluso, pero no está bien que México se dé a conocer al mundo por un insulto. Porque es un insulto, ni duda cabe.
Me frustra que la gente defienda un fenómeno que nos quita más de lo que nos deja. Que nos mancha en la imagen y claro, en lo deportivo. Mucha gente parece decir, ¿qué más da? Total, que nos quiten puntos, juguemos a puerta cerrada. Permitamos que el tiempo se lleve esa cursilería llamada “ola mexicana”, y en vez de ello quede institucionalizado el “puto mexicano”. Que nos conozcan por esto. Por nuestras necedades, por nuestros arrebatos, nuestra falsa identidad y nuestras joyas del nuevo glosario mexicano. Que juegue el Tri así, a puerta cerrada. Pero nuestro grito nadie nos lo quita. Aunque luego nos rebajen puntos y México no vaya al Mundial, y nos pasemos día y noche hablando de ello.
Esperen, ya entendí. Todo esto es un plan perfecto, ¿verdad? Porque si sancionan a México, entonces diremos que es una injusticia, y ésa es la especialidad de la casa. No indignaremos, aunque nos lo hayan advertido. Diremos que la FIFA es un asco, y que los federativos mexicanos nunca hicieron nada. Pero eso sí, seguiremos gritando puto, porque nadie nos puede decir qué está bien y qué está mal.
Porque así somos.
Y no vamos a cambiar.